No es fácil describir a Pía Aguirreche en una breve reseña biográfica. El retrato que acompaña a estas líneas dice ya mucho de ella. Un ser alegre, inteligente, con un sentido del humor muy agudo, y a la vez una persona sensible, compasiva, interesada por los demás.
Fue la tercera de diez hermanos. Aprendió en la escuela de las familias numerosas a compartir, a que todo se aprovecha y nada se desperdicia, la importancia de la familia como soporte vital y social, la solidaridad como parte fundamental de la convivencia.
Se licenció en Medicina, pero nunca la ejerció de manera continuada, salvo en la atención primaria a toda su extensa familia.
Como enferma, rara vez se quejaba, a pesar de las pruebas que tuvo que pasar. Estuvo al tanto de todos los diagnósticos de su enfermedad, sabía que no tenía curación y los tiempos probables de su evolución, pero en ningún momento renunció a disfrutar de la vida en los formatos que le iban quedando. Estar con familia y amigos, viajar, preocuparse por los demás, disfrutar con hijos y nietos, bajar a la playa y bañarse en artilugios preparados para personas con discapacidad, no renunciaba a nada.
Para su familia, los años de su enfermedad fueron dramáticos porque sabíamos que se iría pronto, pero a la vez muy felices porque intentamos todos disfrutar de su tiempo, de su alegría, de su compañía y ella con nosotros. Aunque no sabíamos suficiente de la cultura paliativa, intentamos a nuestra manera, no sólo quererla, cuidarla y acompañarla, sino también disfrutar con ella de esa vida ordinaria, que a veces nos parece poco interesante, pero cuando se sabe escasa, se aprecia como si fuera el mejor tiempo del mundo.
Pía Aguirreche ha sido nuestra inspiración y referencia al inicio de este reto y estará, seguro, muy orgullosa de empujar con su nombre y su ejemplo esta fundación que nace para ayudar a los enfermos en fase terminal, formando a las personas que les cuidan, y para ayudar también a la sociedad en general divulgando la Cultura Paliativa.