Alberto Alonso
Coordinador de la Unidad de Cuidados Paliativos del Hospital Universitario La Paz. Doctor en Medicina. Profesor asociado de Ciencias de la Salud en la Universidad Autónoma de Madrid. Codirector del Máster Cuidados Paliativos en la Universidad Autónoma de Madrid. Subdirector de la revista Medicina Paliativa. Presidente del Comité de Ética del Hospital Universitario La Paz. Autor de más de cincuenta publicaciones en revistas internacionales y más de treinta capítulos de libros sobre cuidados paliativos. Editor de la Guía de Atención al Paciente al Final de la Vida y del Manual de cuidados paliativos en enfermedad renal crónica avanzada.
Cambios en el lugar y forma de morir: Objetivos de la medicina para el siglo XXI
Vivimos en una sociedad que se ha calificado de tanatofóbica. ¿Qué ha pasado para que la muerte que antes parecía estar mejor integrada en la sociedad pase a ser un tabú? La evolución de la atención médica en enfermos avanzados puede ayudarnos a entender esta situación. Hasta bien entrado el siglo XX, con el desarrollo de los hospitales modernos, el lugar de muerte era fundamentalmente el domicilio, quedando el hospital reservado casi exclusivamente para los indigentes. A finales del siglo XX la situación se había invertido en los países occidentales; tres de cada cuatro muertes ocurrían en hospitales de agudos. Sin duda, el hecho de que la muerte haya salido de nuestros hogares ha influido enormemente en nuestra visión sobre el final de vida.
La esperanza de vida se ha incrementado rápidamente en todos los países desarrollados a lo largo del siglo XX y parece que continuará haciéndolo durante el siglo XXI, aunque a un ritmo mucho más lento. Esta mejora constante de la esperanza de vida ha contribuido a la optimista creencia de que la mayoría de las enfermedades pueden ser vencidas en la medida en que se van produciendo avances técnicos. La imagen de una batalla contra las enfermedades de la que la sociedad va saliendo poco a poco victoriosa ha calado en las sociedades modernas. Si la batalla puede ganarse entonces vale la pena luchar. Así, se espera que las personas al final de la vida sigan luchando por vencer su enfermedad y los profesionales sanitarios deben también continuar con el objetivo de curar. Incluso cuando la muerte es inminente el objetivo parece ser ganarle algunos días a la enfermedad. No es, por tanto, extraño que en este contexto los enfermos ingresen en las fases finales de su enfermedad buscando una prolongación de su vida.
¿Es realmente el objetivo de la medicina la curación de las enfermedades? En el año 2000, se publicó un editorial del British Medical Journal titulado “Una Buena Muerte”. En él se puso de manifiesto la medicalización del final de la vida a la que hemos llegado. Simultáneamente, en una editorial del New England, Daniel Callahan reflexionó sobre los fines de la medicina: “La muerte no es el enemigo a batir sino el dolor, las enfermedades crónicas y las discapacidades. Ayudar a los pacientes a tener una muerte digna es tan importante e ideal como tratar de evitarla”.
Reflexionar sobre el lugar y la forma de morir puede ayudarnos a entender algunos problemas de la situación de la medicina actual, de nuestro afrontamiento como sociedad del final de vida y la necesidad de un desarrollo universal de los cuidados paliativos.
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