Médico especialista en pediatría, Doctora en medicina, licenciada en psicología y máster en bioética. Directora del Instituto Borja de Bioética de la Universidad Ramon Llull. Pediatra en la Unidad de Duelo de Sant Joan de Déu Terres de Lleida. Profesora asociada de bioética en la Facultad de Medicina de la Universidad de Lleida. Presidenta de la Comisión de Deontología del Consejo de Colegios de Médicos de Cataluña. Voluntaria y cofundadora de la asociación Grups de dol Lleida.
Nuestra sociedad parece haber olvidado que somos seres mortales. En apenas dos generaciones, los ritos y símbolos con que antes se acompañaba la muerte, el morir y el duelo han desaparecido, convirtiendo la muerte en tabú. Desculturizar la muerte provoca dolor y sufrimiento añadido. Aleja de la sociedad a las personas que viven la experiencia condenándolas a la soledad, impidiéndoles que encuentren espacio, referentes o rituales.
La gran mayoría de personas pasarán el duelo por la pérdida de una persona querida, y va a ser más doloroso en una sociedad que vive de espaldas a la muerte. El duelo es como un camaleón. Afecta de formas múltiples y diferentes a las personas. Aunque la experiencia del duelo es universal, es también única para cada persona. Saber reconocer, dar espacio, acompañar y escuchar la narrativa es fundamental en el proceso de duelo. Esto es más difícil hoy en día.
Somos seres constitutivamente relacionales. Necesitamos a los otros para desarrollarnos como personas. También los necesitamos para morir y hacer el duelo. Comentaba el psiquiatra Murray Parkes que “el dolor del duelo forma parte de la vida, exactamente igual que la alegría del amor. Es el precio que pagamos por el amor”.
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